1. Enseñar al que no sabe

De la contemplación del Maestro sigue la imitación: podemos instruir de múltiples maneras. ¡Incluso sin palabras!

Por: H. Cristian Gutiérrez LC | Fuente: Catholic.net

Enseñar al que no sabe

"Nadie nació instruido". En muchísimas ocasiones escuché este refrán. Siempre me lo repetían en casa cuando me resistía a pedir ayuda sobre algo que no conocía. Ahora que soy estudiante de filosofía lo he recordado de nuevo. Es demasiado lo que se puede aprender en esta y de esta vida. Ante nuevas definiciones, conceptos, idiomas, teorías me convenzo cada vez más de la veracidad de este dicho popular.

Pero el refrán me ha hecho pensar más allá de sus 19 letras. Me ha venido a la mente una de las 14 obras de misericordia. Aquella espiritual de enseñar al que no sabe. Más que un simple recuerdo es una reflexión sobre esta obra de misericordia.

La primera reflexión está en entender el refrán. Nosotros tuvimos necesidad de otros que nos enseñaran hasta las cosas más elementales como caminar o hablar, escribir, contar y leer. Hemos experimentado la riqueza de que algunos se detengan y nos dejen unos conocimientos para la vida. Creo que esta experiencia es suficiente para lanzarnos a enseñar a los demás, como compensación a aquellos que algún día nos compartieron su saber.

Cuando nos hablan de enseñar o aprender, lo primero que se nos viene a la cabeza es un maestro. Aquellos seres que nos han enseñado algo para el futuro. Así, al escuchar esta obra de misericordia debemos recordar al Maestro que vino a este mundo a enseñarnos cómo vivir para ser felices en esta vida y en la otra. Aquel Jesús que traía fascinados con sus enseñanzas a los judíos que le escuchaban, "porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas" (cf. Mt 7,29; Mc 1,22).

Pero de la contemplación del Maestro sigue la imitación. En este año de la misericordia también nosotros podemos enseñar al que desconoce algo. Pero atención, cuando hablo de enseñar no me refiero sólo a clases, libros, conferencias. Podemos instruir de múltiples maneras. ¡Incluso sin palabras! Con un buen ejemplo, haciendo en familia otra obra de misericordia corporal y hasta con una sonrisa sincera, enseñando a otro una virtud como la alegría.

Podemos ayudar al niño que no sabe hacer su tarea, al joven que todavía vacila en una relación sentimental, al adulto que duda invertir en tal o cual negocio, al compañero de oficina que no sabe aún cómo realizar su deber, al peregrino que se ha perdido y no encuentra una dirección. Y de manera heroica podríamos lanzarnos a enseñar a leer o escribir a un analfabeto u orientar en la oración a alguien que teme acercarse a Dios. ¡Muchas oportunidades para enseñar algo!

Sin embargo algunos se creerán exentos en este año a causa de que enseñan muchas cosas a otros. Pienso en maestros que día a día dan lecciones a estudiantes, instructores de formación que deben ayudar a los recién llegados a la empresa o las madres y los padres de familia que diariamente enseñan a los hijos. La respuesta para ellos es que en este año pueden seguir en sus valiosas labores pero de cara a la recompensa en la otra vida y con conciencia de estar haciendo una obra de misericordia.

En definitiva, este año recordemos que nadie nació sabiéndolo todo y que necesitamos ayuda unos de otros. Es tiempo para imitar a Aquel Maestro de Nazaret que nos enseñó tanto. Una de las mejores formas para ello es transmitir de muchas maneras nuestros pocos u muchos conocimientos a los que los requieran. Pero siempre por amor a Dios y de cara a la recompensa eterna del cielo: "Venid benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo" (cf. Mt 25,34).