Bula Misericordia Vultus. El Rostro de la Misericordia



Breve presentación de la Bula de convocación del jubileo extraordinario de la misericordia
Del Santo Padre Francisco Obispo de Roma Siervo de los Siervos de Dios

1.¿Cuándo comienza y cuándo termina este año jubilar?

El Año Santo comenzará el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Ese día el Papa abrirá la Puerta Santa que en esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza. El domingo siguiente, III de Adviento, se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, y en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles se abrirá por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. Ese día, además de la fiesta litúrgica de la Inmaculada Concepción de maría, anticipo de la misericordia divina que vence al pecado, se conmemorarán los 50 años de la clausura del Concilio Vaticano II que señaló para la Iglesia en estos tiempos el uso de la medicina de la misericordia y el camino de la caridad.
El Año jubilar se concluirá en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia.

2. ¿Por qué hoy un Jubileo de la Misericordia?

Esta misma pregunta se la hizo el Papa Francisco en su homilía durante la ceremonia de presentación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, considerando que estaba en el corazón de muchas personas. Y al responder expone el “por qué” y, sobre todo, el “para qué” de un año jubilar sobre la misericordia.




MISERICORDIAE VULTUS

 ¿Por qué?: porque el momento o situación actual del mundo reclama a la Iglesia signos de la cercanía y presencia de Dios. Y este reclamo le permite a la misma Iglesia descubrir lo esencial de su misión que es ser “signo e instrumento de la misericordia del Padre”.

 ¿Para qué?: para que descubramos que hemos sido buscados, encontrados, perdonados y amados por la misericordia del Padre manifestada en Jesús Buen Pastor. Para que al tomar conciencia de haber sido tocados y transformados por la misericordia del Padre nos convirtamos en testigos de su misericordia yendo a buscar y curar a los alejados y a ofrecerles el camino del perdón y de la reconciliación.

En breve: porque el mundo tiene necesidad de misericordia y la Iglesia necesita redescubrir que ella misma ha sido objeto de la misericordia del Padre y que su misión es ser testigo e instrumento de esta misericordia divina y debe concretizarla más en este año con gestos y signos de misericordia para con todos, en especial para con los más alejados.

3. Pero, ¿tan esencial es la misericordia para la fe cristiana?
Sí lo es, al punto que para el Papa Francisco “el misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra”. En efecto, ya en el Antiguo Testamento Dios se reveló a Moisés « Dios compasivo y misericordioso» (Ex 34,6) y luego esta misericordia divina “se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret quien con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”. Tan es así que podemos afirmar que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (n° 1).

4. ¿Qué es propiamente la misericordia contemplada como misterio de fe?
Misericordia es:
o fuente de alegría, de serenidad y de paz.
o condición para nuestra salvación.
o la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
o el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
o la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.
o la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado.

No se trata tanto de una definición sino de la misericordia en acción, tal como se revela en la historia de la salvación y nos involucra personalmente. En efecto la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón.

5. ¿La misericordia en Dios no es signo de debilidad y falta de carácter?
Al contrario, aunque suene paradójico Dios manifiesta su omnipotencia, su poder sobre toda realidad humana, mostrándose “paciente y misericordioso” con los hombres. Lo afirma Sto. Tomás de Aquino: “Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”. Y también lo reza una oración de la misa: “Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón”.

6. Pero el Dios de la Biblia ¿no es más bien el que castiga y no el que perdona?
Si bien esta imagen está muy difundida no es verdadera porque “Paciente y misericordioso” es el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso se constata concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad prevalece por encima del castigo y la destrucción. Los Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino que es misericordioso (cf. Sal 103,3-4; 136; 146,7-9; 147,3.6).

7. ¿Y qué podemos ver en Jesús y en el Nuevo Testamento?
Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud. « Dios es amor » (1 Jn 4,8.16), afirma por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión.

En síntesis: la misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros

8. Y esta responsabilidad de Dios ¿genera alguna responsabilidad a la Iglesia?
Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros. La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia».

9. ¿Esto parece ser algo nuevo en la Iglesia?

Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia. Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre.

10. ¿Algún Papa le dio tanta importancia a la misericordia antes de Francisco?

Ya san Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio Vaticano II (1962) indicó este camino a seguir: « En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad… La Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella». El beato Pablo VI ha tenido expresiones semejantes al cerrar el Concilio. Pero el gran aporte lo hizo san Juan Pablo II con su segunda encíclica “Dios rico en misericordia” (1980) donde hace notar el olvido del tema de la misericordia en la cultura presente y al mismo tiempo recordaba a la Iglesia la urgencia de anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo: «La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia – el atributo más estupendo del Creador y del Redentor – y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora» (n° 13).

11. ¿Hay algún lema especial para este año jubilar?
Si, “Misericordiosos como el Padre”, tomado de la enseñanza de Jesús: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36)

12. ¿Y qué es lo primero que tenemos que hacer para vivir este lema?

Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida.

13. ¿Y hay que peregrinar como en otros años jubilares?

Si porque uno de los gestos y signos clásicos de los años jubilares es la peregrinación. El Papa Francisco la entiende en primer lugar como un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio. Y también como un estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros. Y nota que Jesús ha indicado las etapas de esta peregrinación cuya meta es la misericordia: no juzgar y no condenar; perdonar y dar (cf. Lc 6,37-38).

14. ¿Y algo bien concreto para vivir en este año de la misericordia?

Sí porque el Papa Francisco nos pide ni más ni menos redescubrir las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidar las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

15. ¿Y qué podemos decir de María, Madre de la misericordia?

Hay que buscarla para que la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María ha conocido la profundidad el misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.

16. En síntesis, ¿cuál es la propuesta para este año jubilar de la misericordia?

• Un Año Santo extraordinario para vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros.

• En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.

• La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio. Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo.

• La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo.

• Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tendrá necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable es la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene.