1. DAR DE COMER AL HAMBRIENTO-Obras de misericordia

Para toda persona el comer es un acto primordial, es una relación esencial con la vida misma desde que se es feto en el vientre materno hasta la muerte. El comer también implica el trabajo, la preparación de la comida, la sociabilidad, en recoger y preparar la comida, como en consumirlo,  la convivencia. En efecto, el hombre come junto con otros hombres y el comer es conectado a una mesa, lugar primordial de creación de amistad, hermandad, alianza y sociedad.  En la mesa no se comparte sólo la comida, pero también se intercambian palabras y discursos nutriendo así las relaciones, o bien lo que da sentido a la vida sustentada por la comida. 

El comer implica pues también la creación cultural más extraordinaria: el lenguaje. Atado como es a la oralidad y al deseo, el acto de comer invierte la esfera afectiva y emocional del hombre. Y pues un símbolo antropológico de importancia única que coge el hombre en sus profundidades más íntimas y escondidas y lo sitúa en la unión con la tierra, con el cosmos, con la sociedad, con el mundo. 

La comida también va lista. "Dar de comer" también significa "hacer de comer", cocinar. La 

manera de comer es arte de paso de lo crudo a lo cocido, de la naturaleza a la cultura; es trabajo, y puede volverse obra maestra. Y cocinar y preparar la comida por alguien equivale a decir: "Yo quiero que tú vivas", Yo no quiero que tú "mueras". Hacer que comer es la más concreta manifestación de amor. Si entre los humanos existe un amor incondicional, un símbolo precioso es la de una madre amamantando, ya que ella misma es comida para el hijo. La relación con la madre recuerda que cualquiera que venga al mundo hace la experiencia de que otros le da que comer y que en la medida que crezca tiene que gradualmente aprender a alimentarse por sí mismo.


Pero existe también otra realidad. La de los países pobres, para quienes enfrentan el problema de tener algo para comer. Aquí se propone a nivel mundial el desequilibrio entre el rico que banqueteó espléndidamente cada día y el pobre Lázaro que languideció delante de su puerta, cf. Lc 16,19-31. 
En algunas partes del mundo están demasiado acostumbrados a ver a personas muriendo por no tener alimento. Las hambrunas se van sucediendo como las estaciones golpeando a poblaciones enteras. Quizá esto nos duele menos por ser realidad lejana y por lo acostumbrado que estamos a ver imágenes que quitan la dignidad a quienes contemplamos quietos y en silencio…



Jesús se identifica con aquél que pasa hambre y nos dice que el Reino de su Padre está abierto a aquellos que se conmueven y dan de comer al hambriento. Y es que la misericordia es eso, sentir las miserias del otro y como consecuencia de esa compasión ayudarlo y auxiliarlo. El Señor va más allá y Él mismo se hace pan para darse a una humanidad necesitada de todo tipo de panes.

Dar de comer al hambriento no es dar lo que nos sobra, aunque irónicamente entonces daríamos mucho pues necesitamos bastante poco. Se trata de ir más allá, adecuar nuestros hábitos de consumo a las necesidades reales, no desechar alimentos y, cómo no, dar gracias por lo que tenemos porque sólo así seremos capaces de caer en la cuenta de que hay otros muchos que necesitan de eso que para nosotros parece básico, el alimento diario.

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